Fuente: Para Ti

Tamara Giménez, CEO de su propia compañía de coworking: «Hoy la verdadera batalla es ser protagonistas de nuestra historia, no de nuestro género»

A los 38 años, Tamara Giménez, miembro del GV 287, lidera con empatía, experiencia y una visión innovadora del trabajo corporativo. En esta entrevista, repasa su trayectoria, el origen de su empresa y su mirada sobre el liderazgo femenino.

Tamara Giménez, fundadora de TeamWorks, comenzó su carrera a los 17 años y hoy lidera una empresa que nació como experimento y se transformó en un modelo de gestión moderna para el mundo corporativo.

Su historia profesional está marcada por la evolución: de abogada a CFO, y de ahí al emprendimiento. «Siempre estuve vinculada al mundo corporativo. Estudiar abogacía me dio una base versátil, pero lo que me formó fue la experiencia laboral»

¿Hoy seguís vinculada al estudio jurídico?

El estudio jurídico sigue y lo maneja mi socia. Yo me enfoqué, ya hace bastante, en lo que es TeamWorks.

¿Cómo surgió tu compañía?

Empezó como un emprendimiento muy pequeño y, bueno, se convirtió en una empresa.

¿Qué te llevó a seguir un camino emprendedor, distinto, vinculado con otras áreas?

Siempre estuve en el mundo corporativo; mi background es más por ese lado. La carrera, que es hermosa, me acompañó y me aportó una base circular.
Te da un poco de todo y mucho de nada, lo cual te permite meterte en muchos lados.
En paralelo, venía trabajando mucho en el mundo de las empresas. Arranqué desde muy chica, a los 17 años, y siempre me mantuve en ese ámbito. Algunas veces más vinculada a lo legal y otras no tanto.
Y fue en esos momentos en que me alejé un poco del ámbito legal cuando empecé a involucrarme con el mundo de facilities, del real estate, y a vincularme con empresas que querían tercerizar servicios.
Trabajé en un holding en el que fui creciendo: empecé asistiendo en una de las áreas y terminé manejando todo lo que era la parte legal y financiera, como CFO. Entonces, de alguna manera, el salto no fue tan abrupto.

¿El emprendimiento surgió como una evolución natural dentro de ese camino?

Sí, fue una especie de transición. Yo ya venía de este mundo de la tercerización y, cuando surge la idea con mi socio—una idea que él trae desde Estados Unidos—nos pareció algo raro, pero copado. Empezamos a investigar un poco más para probarlo.
En paralelo, mantuve mi otro empleo, porque una tiene que tener sus recaudos. Empezamos a probar en un lugar muy chico, desordenado, pero funcionó.
Ese primer espacio fue el trampolín que nos permitió arrancar con los contactos que yo ya tenía en el holding donde trabajaba. Y dije: «¿Por qué no usamos este espacio para probar este proyecto?»

¿Dónde fue eso?

En Catalinas.

¿Fue antes, durante o después de la pandemia?

Mucho antes. Comenzamos en 2016, con lo cual era realmente un experimento. Hoy en día hablar de espacios de coworking es común, pero en ese momento no. Todavía había que evangelizar a la gente sobre lo que era el coworking.
Era más una cuestión de fe que una prestación de servicio. Porque de verdad tenías que dar justo con alguien que no solo tuviera la necesidad, sino también la apertura mental para entender que había una forma de trabajar distinta, válida, que podía probar y que era segura. Entonces el esfuerzo era doble.

¿A qué tipo de empresas apuntaban?

Damos un servicio 100 % corporativo. En ese entonces, ni de casualidad las empresas pensaban que podían funcionar sin una oficina propia. Creían que eso les daba otro estatus.
Ahora, desde hace un tiempo, se están dando cuenta de que es mucho mejor: acceden a mejores servicios, pueden dedicar más tiempo al negocio porque de lo demás se encargan profesionales. Lo hacen mejor, y vos te olvidás. Tenés más flexibilidad… hay un sinfín de beneficios.

¿Cuándo decidiste dejar el resto para dedicarte por completo a tu compañía?

El proyecto empezó a crecer y a funcionar, y yo seguía en paralelo con todo. Para el año 2019 abrimos nuestra primera sede: fue el primer salto grande. Ahí me decidí a largar lo otro y me enfoqué 100 % en TeamWorks, en lo que podía llegar a convertirse. Y espero que estamos en ese camino.

¿Cómo es para vos liderar desde tu feminidad? ¿Cómo formás equipos y cuáles creés que son tus fortalezas?

Creo que las mujeres deberíamos enfocarnos más en nuestros méritos y en todo lo que efectivamente hacemos, que en marcar las diferencias que todavía quedan y que son resabios.
Porque de verdad creo que nos quedamos en una batalla medio chiquita, cuando en realidad ya pasó hace un montón. Esa batalla era necesaria, había que darla, y ya está.

Ahora tenemos mucho más para decir y mostrar. Y una lo muestra desde el lugar que le toque: manejar una empresa, ser profesional independiente, ser jefa de familia… Hay un sinfín de lugares que ocupamos las mujeres. Desde ahí es donde una tiene que hablar, no remontarse siempre a una batalla que ya ganamos.

Dicho esto, sí creo que hay diferencias entre hombres y mujeres. Tenemos una sensibilidad distinta, aunque todos tenemos mezcladas energías femeninas y masculinas. Algunos más marcadas en una u otra dirección, es muy relativo.

En lo personal, lo que me ayuda mucho es la cercanía con la gente. Me gusta entender qué le pasa a cada uno, charlar, hablar. Al momento de armar equipos, no me quedo únicamente con lo que esa persona puede aportar desde lo profesional, sino también desde lo personal.

Hay como un ying y un yang muy importante. En empresas pequeñas y medianas es más fácil de percibir: somos un equipo real. Lo que te pasa a vos, si lo traés a la mesa, nos va a afectar a todos. Por más que seas excelente haciendo lo tuyo, si lo que traés es una disrupción, si no acompaña la onda, si no coincide con lo que queremos proponer como equipo —acompañarnos entre todos, ayudarnos, colaborar, ser el verdadero teamwork—, entonces no funciona.

Y también implica entender dónde está esa persona, dónde quiere estar, si está haciendo lo que le gusta. Porque tener a alguien que está haciendo algo que no le gusta es, de alguna manera, pan para hoy y hambre para mañana. Si todos lo tuviéramos más presente, todo sería más fácil. En todos los ámbitos. Es la empatía.

¿Cómo acompañó este crecimiento profesional tu vida personal?

(Risas) Yo me considero joven todavía. Más allá de cuántos años tenga —tengo 38, casi 39— no tengo hijos, entonces no pasé por ese proceso. Pero sí te puedo decir que hoy estamos en una situación completamente distinta a la que quizás vivieron nuestras madres. Antes se asumía que la mujer, cuando tenía familia, debía encargarse de todo.

Creo que la generación que sigue —o en la que yo misma estoy— ya piensa diferente. Hay un cambio cultural en donde ambos se hacen cargo. Obviamente hay un tema biológico que nos limita más allá de lo social o cultural.

Pero hoy las condiciones son mucho más favorables para que la familia no sea un escollo en el crecimiento profesional. Si bien aún no me tocó, conozco colegas con carreras tremendas, con familia, más de un hijo, y se puede.

¿Sentís que te costó más por ser mujer?

Por supuesto. Pero ¿a qué voy con esto? Eso no me lo decían los hombres, ¿eh? Claramente nosotras somos parte de esa historia.

Nos ponemos solas en esa casilla. Al librar una batalla que ya ganamos, nos olvidamos de que la verdadera batalla que hay que dar hoy es otra. Es la nuestra como protagonistas, pero no como mujeres: como protagonistas de nuestra propia historia.

Si yo ya arranco un proyecto entendiendo que me va a costar más porque soy mujer, me estoy poniendo el techo de cristal sola. Obstáculos te vas a encontrar —hombres y mujeres, quizás más las mujeres—, pero si vos ya te lo ponés sola, estás en el horno. No es una cuestión de género, sino de capacidad y de mérito. Y ahí es donde hay que poner el foco.

Hoy tu negocio ya está consolidado. ¿Qué viene ahora? ¿Es también una forma de maternar?

Sí, es un proyecto que arrancó conmigo, fue creciendo y fue muy gratificante verlo crecer. Salvando las enormes distancias, llega un punto donde crece solo, toma su propia inercia.
En este 2025 estamos trabajando en un proyecto de franquicias para expandirnos tanto a nivel nacional como en el exterior.

Cómo se reconvirtieron después de la pandemia, cuando muchas empresas volvieron a la presencialidad total o parcial?

Previo a la pandemia veníamos con el típico lunes a viernes de 9 a 17 o 18 hs, con presencialidad total. Después, con la pandemia, las empresas adoptaron el home office, vieron que se podía trabajar y que funcionaba incluso mejor. No se podía creer: había mejores resultados fuera de la oficina.

Eso abrió muchos replanteos. Las empresas con grandes oficinas se dieron cuenta de que no las necesitaban. Empezaron a buscar otras formas de trabajar.
Y ahí aparecimos nosotros, con propuestas para empresas que rotan a sus equipos y no tienen presencialidad total.

Por ejemplo: si una empresa tiene un equipo de 20 personas, en lugar de contratar 20 puestos de trabajo, contrata 10. Y manda 10 los lunes y miércoles, y los otros 10 martes y jueves. Los viernes, por lo general, no va nadie. Ahorran muchísimo en alquiler, servicios y espacios.

Y ¿cómo siguió después ese proceso?

Después de la pandemia, muchas grandes empresas adoptaron esquemas híbridos: 3×2, 2×3, según el tipo de industria y de trabajo. Porque hay trabajos que sí o sí tienen que ser presenciales, y otros no.

Compartí este contenido en:

Share via
Copy link