¿Arriba se está solo?

Es asombrosa la cantidad de ejecutivos que ocupan lugares soñados por miles de personas, a los que les cuesta poder vivir el día a día en sus puestos con mayor disfrute y tranquilidad. Conocé la autoexigencia a la que se someten los líderes en la actualidad y obtené recomendaciones. Por Daniel Posternak, Chair Vistage G078.


El aprendiz permanente

Muchos profesionales tienen el objetivo de crecer en la compañía hasta ocupar el puesto de número uno del área o de la empresa. Llegan por su capacidad técnica, por su experiencia. De todas maneras, nunca se está del todo preparado hasta que se está en la situación de liderar a otros. Y además, una cosa es llegar a la meta y otra es permanecer en ella. En este capítulo me gustaría hablar de algo particular que encuentro como un tema común en todos los coachees que ocupan el lugar del número uno: el desafío de enfrentar la soledad.

Es asombrosa la cantidad de ejecutivos que ocupan lugares soñados por miles de personas, a los que les cuesta poder vivir el día a día en sus puestos con mayor disfrute y tranquilidad. Para mostrarte la autoexigencia a la que se someten quiero contarte un ejercicio que realizo sobre liderazgo en los programas de desarrollo profesional con gerentes y directores.

Les doy tres consignas:

Primera consigna: Hagamos una lista de líderes. Las respuestas son nombres de famosos como: Steve Jobs, Mahatma Gandhi, John F. Kennedy, La Madre Teresa, Bill Clinton, Angela Merkel, Nelson Mandela, Serena Williams  Emanuel Ginobilli, Bill Gates.

Segunda consigna: Hagamos una lista de los atributos de estos líderes. Los adjetivos y descripciones que aparecen son: carismáticos, visionarios, emprendedores, genios, únicos, revolucionarios, distintos, brillantes, creativos, tenaces, perseverantes, motivadores, excelentes oradores,  etc.

Tercera consigna: ¿Cuántos de ustedes, que son líderes de sus organizaciones, consideran que tienen al menos el 30% de los atributos de la lista que acaban de armar? Aquí viene lo interesante: solo dos o tres participantes, sobre veinte, levantan la mano, e incluso a veces ninguno.

Por algún motivo el lugar del número uno está asociado a ser como Superman o algún tipo de superhéroe. Ahora, el problema es que Superman no existe.

Esta manera de pensar el liderazgo deja a los números uno en un lugar de autoexigencia no muy fácil de soportar, o al menos no sin consecuencias para la salud. La imagen del líder está sostenida a una creencia que no les permite mostrarse como son: personas normales con aciertos, desaciertos, temores, búsquedas, inseguridades, preguntas. Igual que vos, igual que yo…

El mostrarse como si fueran infalibles que todo lo pueden les implica un esfuerzo enorme y una mala utilización de su energía. Hay una tendencia a mostrarse “ganador”. Por ejemplo, si estuvieras mal, angustiado o preocupado, en lugar de sobreadaptarte para mostrarte como supuestamente los demás esperan que estés, que seas “el-que-todo-lo-puede”, sería mejor poder conectarte con tus propios sentimientos, preguntarte qué te pasa, elaborarlo, ver si necesitás pedir ayuda, en lugar de tapar tu estado con un maquillaje superficial. Las cosas son como son, nunca desperdicies tu energía: aceptate tal como estés.

Lamentablemente hemos crecido y hemos sido educados en una sociedad donde no está bien visto decir “no sé”, “necesito ayuda”, o “solo no puedo”. Parece increíble que dividamos las etapas de la vida y dejemos relegado el aprendizaje a la infancia, a la gente joven o los empleados más juniors.

El mundo evoluciona a una velocidad asombrosa y nadie puede darse el lujo de tener una actitud arrogante de “sabelotodo”, de creer que no tiene nada que aprender. En contraposición, quien tiene la actitud de aprendiz permanente, quien mantiene vivo a su niño interior, con su curiosidad, sus ganas de seguir descubriendo, experimentando, tiene una ventaja competitiva enorme.

Un mensaje muy poderoso, es cuando el número uno transmite que él también tiene cosas que aprender, que hay permiso para crear, y por ende equivocarse dentro de términos razonables. Esto no solo le quita autoexigencia sino que invita al desarrollo, al crecimiento de las personas de la compañía y de la organización.

Boxes

Comparando el liderazgo con los equipos de fórmula uno, encontramos que los autos son sometidos a las más altas exigencias, van a 300 kilómetros por hora, pero no ilimitadamente. De tanto en tanto deben parar y “entrar a boxes”. ¿Para qué? Para alinearse, calibrarse, consultar con sus ingenieros, reaprovisionarse de combustible y salir otra vez a la pista en mejores condiciones y con más chances de llegar a la meta.

En mi opinión, los líderes no tienen que estar ni correr solos. Vas a tener que parar de tanto en tanto y entrar a boxes. Y antes de que me digas “no tengo tiempo”, te respondo: el día tiene 24 horas para todos. El tema es cómo y a qué vas a asignar tu tiempo. ¿A qué le vas a dar prioridad? Es una cuestión de estar más consciente para elegir cómo querés organizarte, trabajar, y en definitiva, vivir.

El costo de no parar suele ser más alto que el de tomarse unos minutos para ordenarse.

¿Cómo podés entrar a boxes? Cada uno tiene que encontrar su manera de alinearse y estar conectado con sus valores esenciales. Te comparto dos posibilidades. Una opción es el coaching individual y otra es participar en un grupo de pares junto a otros líderes. En el coaching en muchos casos trabajamos la autoconfianza, el no pretender mostrarnos perfectos, sabios ni imbatibles. Propiciamos encontrar y desarrollar el propio modelo de liderazgo y no uno construido como producto de idealizaciones de la sociedad.Creamos y gestionamos un estilo donde, basados en la seguridad interna, no temas mostrarte vulnerable o no sabiendo algo, donde puedas operar con una actitud de aprendiz, donde la humildad pueda ser vista como un valor y no como fragilidad. 

Para quienes prefieren el espacio compartido entre pares hay múltiples formatos. Te cuento uno del que formo parte Vistage una organización americana con 60 años de historia en diferentes países. Su metodología consiste en armar grupos de números uno de empresas no competidoras entre sí. El grupo se reúne una vez al mes en una jornada de trabajo donde cada miembro plantea casos desafiantes que esté enfrentando y solicita ayuda, apoyo y recomendaciones para su tratamiento o solución. 

El método es magnífico, ya que el miembro que plantea su caso tiene a diez números uno con experiencias complementarias, formaciones diversas, no involucrados afectivamente como él en la situación, pensando y analizando juntos el problema y ofreciéndole perspectivas que para el miembro no solo eran impensadas, sino que a su vez pueden ser la semilla de la solución. Tengo el enorme placer de coordinar un grupo como éste desde hace 5 años y te puedo asegurar que allí nadie está solo.

A esta altura creo que bien podríamos cambiar el nombre del capítulo* por:

¡Arriba NO hace falta estar solo!

*Capítulo del libro “Ahora me toca a mí” por Daniel Posternak. Chair Vistage G078

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