Fuente: Infobae
Andrea y Farid Nallim, miembro Vistage del G122, son mendocinos y desde hace 13 años convierten la “basura electrónica” en recursos. Cuando fundaron la empresa se dieron cuenta de que eran los primeros en la región de Cuyo que brindaban una solución a la problemática. Actualmente transforman más de 8000 kilos por mes.
En 2010 Farid Nallim y su hermana Andrea, sentaron las bases de lo que comenzó como un emprendimiento y se convirtió en una pasión a tiempo completo. Son mendocinos, y son pioneros en la región de Cuyo por su modelo de triple impacto, que no solo funciona, sino que además es rentable y fue calificado por la revista Forbes como un caso de éxito que merece reconocimiento. La planta de reciclaje de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos -conocidos bajo la sigla RAEE-, funciona en Guaymallén, donde reciben 8000 kilos por mes de “basura” que se convierten en recursos. “Somos el único animal que extrae metales preciosos de las piedras, de las montañas, y después lo tira o lo entierra”, asegura el cofundador y CEO de la compañía, en diálogo con Infobae.
La palabra “rescatar” significa mucho para ambos, y no aplican ese concepto solamente a lo material, sino también a las vivencias de su propia familia, donde las ganas de animarse a un camino propio estuvieron siempre presentes. “Mi papá y mi mamá tienen un emprendimiento geriátrico, que lo comenzaron hace 47 años, así que nos enseñaron que la perseverancia y los valores son lo más importante”, asegura Farid. Y agrega: “Mi abuela materna era cocinera, y murió cuando yo tenía 4 años, pero la fui conociendo a través de charlas familiares, y me di cuenta que también era un emprendedora con unos ovarios impresionantes, y una visionaria de derechos de diversidad, porque era una mujer independiente; incluso fue a cocinar a la televisión”.
Desde siempre, incluso en las fotos familiares de la infancia, a la dupla de hermanos se los veía uno al lado del otro, y a la distancia consideran que no era casualidad. Incluso estudiaron la misma carrera y se recibieron de Licenciados en Administración de Empresas. Por eso cuando se presentó la oportunidad de formar equipo no lo dudaron, aunque coinciden en que no imaginaban la complejidad real de lo que iban a afrontar. “Acababa de terminar la universidad, había estado trabajando en una empresa multinacional de Recursos Humanos, pero no me hallaba en los procedimientos que tenían, y fue en ese contexto que leí un artículo en un diario que hablaba sobre el crecimiento exponencial de residuos electrónicos”, rememora sobre su primer acercamiento a la problemática.
Quiso investigar más, y se dio cuenta de que en la provincia de Mendoza no había iniciativas de ese tipo de reciclaje, y a nivel federal podía contar con los proyectos con los dedos de una mano. “Estuve dos años trabajando, aprendiendo, probando, desarmando yo mismo computadoras para aprender el proceso y determinar qué era lo que podíamos hacer”, revela. En 2008 quería presentarse al concurso de premios Endeavor, y uno de los requisitos era que fuera una idea conjunta, de al menos dos personas. “Quería aprender más del ecosistema emprendedor, así que le comenté a mi hermana, me dijo que sí y se convirtió en mi gran socia”, comenta.
En 2010 se constituyeron como empresa, la llamaron Reciclarg, y pusieron en práctica todo lo que aprendieron en la planta de reciclaje electrónico. “Es un residuo que tiene muchas aristas, muchos componentes, distintos mercados, formas de trabajo, y a medida que fuimos creciendo fuimos logrando avanzar y perfeccionarnos, gracias a la experiencia y el conocimiento”, sostiene. Había que organizar una logística, generar la creación de “puntos verdes” en los diferentes municipios, para que el ciudadano común pudiera acercar sus computadoras, impresoras, celulares, televisores, equipos de audio, entre otros electrodomésticos, y evaluar cómo trasladarlos de manera segura, para luego pesarlos y proceder a la distribución de las diferentes unidades de negocio que planificaron.
“Nos costó, pero entendimos que también del sueño también hay que vivir, porque no deja de ser un servicio que requiere de una mano de obra intensiva”, afirma Farid con total honestidad sobre el desafío que los costos fuesen sostenibles, y a su vez, pudieran contribuir en el aspecto ambiental y social. “Después de 13 años, hemos llegado a un círculo virtuoso que nos apasiona, y requirió mucha perseverancia, porque hemos sacrificado hasta nuestros salarios al principio para lograr que la empresa fuera creciendo y apostar a la inversión”, confiesa.
Desde 2013 hasta la actualidad recibieron más de 575.000 kilos de basura electrónica, que separan, clasifican y realizan tratamiento para favorecer la economía circular. En este sentido, hay varios posibles destinos para toda esa cantidad de residuos: los que están en buenas condiciones, y funcionan, pueden ser reparados por el equipo técnico, para a partir de material recuperado reutilizarlos y acondicionarlos. Alargar el ciclo de vida tecnológico es solo una de las opciones. ”También tenemos un sector de diseño, de accesorios, con la idea de introducirlo en una de las industrias más contaminantes que hay en el planeta, que es la moda, y mi hermana trabaja con una organización social integrada por personas en situación de vulnerabilidad”, indica sobre la creación de artesanías, y trae a colación el concepto “trazabilidad”, es decir, conocer la evolución de los productos en cada una de sus etapas.
En la colección que nombraron “Rever”, exponen piezas de diseño artesanal y único, hecho con residuos electrónicos desde una mirada sostenible (Foto: Instagram @rever_reciclarg)
Alineados al propósito de la descontaminación, otro de los pilares de la empresa es la minería inversa. Sin dudas es uno de los detalles que más llama la atención, por la posibilidad de recuperar metales preciosos de las plaquetas electrónicas. “Soy un convencido de que es lo que viene, a dónde hay que apostarle, porque es inentendible que gastemos un montón de agua para extraer oro, plata, cobre, platino, y después lo tiremos o lo pongamos bajo tierra en basurales a cielo abierto”, remarca. Y agrega: “Para extraer entre 250 y 300 gramos de oro se necesita una tonelada de plaquetas de celulares; entonces con la cantidad de desechos electrónicos que hay tirados en el planeta, no estaríamos necesitando una demanda como la de hoy de la minería tradicional. Aunque no hay números oficiales todavía, puedo asegurar que más del 80% lo podríamos estar reutilizando, en vez de estar rompiendo todo con la economía extractiva”.
Farid admite que por más que le gusten ver resultados rápidos, sabe que en todo caso habrá una migración gradual que harán posible esos cambios a futuro. Conscientes de que otro factor importante es la formación sobre educación ambiental, crearon otra unidad dentro del modelo para ofrecer consultorías y capacitaciones a empresas, organismos públicos y privados. “Es un trabajo en el que hay que involucrarse con el sector público; y nos ha llevado muchísimos años lograr que nos entendiesen, sobre todo nos costó un montón que el Estado se diera cuenta que lo queríamos ayudar, y que para ayudarlo también le estamos brindando un servicio”, reconoce sobre las idas y vueltas que hoy define como “anécdotas”, pero en los inicios implicaban salir angustiados de una reunión y verse tentados a perder la fe.
“Uno cuando deja de ser ignorante se transforma en responsable. Si estos residuos no van a una planta de tratamiento, se entierran, y los metales pesados se van por las napas y llega a donde están los campos de cosecha, y te lo terminás comiendo”, sentencia sobre las consecuencias de una cadena de decisiones, tanto a nivel individual como en las organizaciones. “Con las generaciones que van entrando, que empiezan a tomar roles principales en los mandos importantes, en la toma de decisiones, también el diálogo es distinto”, expresa con alivio.
Los números los acompañan y demuestran que su labor se enmarca dentro de una necesidad global: en 2019 hubo un récord de 53,6 millones de toneladas de desechos electrónicos en todo el mundo, según un informe que contó con la colaboración de la Alianza Mundial para el Control Estadístico de los Residuos Electrónicos (AMCERE). Cuentan que actualmente tienen un promedio de 90 toneladas anuales de recolección y el objetivo es alcanzar las 120 para el siguiente año. “Cada mes recibimos al menos 8000 kilos de aparatos en desuso, y hablamos solo de la provincia de Mendoza”, ejemplifica.
Atentos a lo que ocurre en las grandes capitales, cree que en el corto o mediano plazo sería propicio expandir la propuesta hasta suelo porteño. “La tasa de residuo electrónico per cápita en Buenos aires es de 12 kilos por persona, por varios factores, entre la información, el acceso a a productos nuevos mucho más rápido, mayor población, y poder adquisitivo, que generalmente es superior al interior del país, sabemos que es un gran generador de desechos y no le damos la espalda a eso”, remarca.
“Tengo en claro que el impacto ambiental que implican los residuos electrónicos no voy a alcanzar a repararlo en toda mi vida, pero voy a tratar de generar un cambio y eso me deja contento”, argumenta con honestidad. En 2022 la revista Forbes, los señaló como caso de éxito, y ese reconocimiento los llenó de emoción, porque los ayudó a visibilizar el propósito. Detrás de cada dato, hay una familia que emprende desde hace varias generaciones, tal como explicó Farid, que además es un trotamundos de alma.
“Andrea es mi hermana mayor, tengo dos más, y yo soy el más chico de los cuatro. Me encanta viajar, desde que en el secundario me fui de intercambio a Estados Unidos, copiando un poco la idea de otra de mis hermanas, la tercera, que se había ido el año anterior a otro estado”, revela. Defiende la postura de que “los viajes son la mejor inversión”, y que haber estado en otros lugares le brindó experiencias únicas. “Nadie te va a quitar eso, porque lo material va y viene, pero lo vivencial te queda para siempre; también me gustan mucho los deportes, soy fanático del esquí, de la bicicleta, del fútbol, pero algunas lesiones en los pies me han dejado jugar muy poquito, y lo cambié por la disciplina de montaña”, comenta con entusiasmo.
Se describe a sí mismo como “muy familiero”, y es una de las razones por las que no cambia su provincia natal por ningún otro destino. “A pesar de que tengo muchos amigos que se han ido del país, que se fueron por contexto, por distintas situaciones, y tomaron la decisión también de emprender profesionalmente afuera; yo que soy papá de un nene que va a cumplir dos años, aprendí a valorar lo que es estar en mi país: la Argentina tiene una calidad de vida a nivel familiar que no la encontrás en otro lado”, sostiene. Por más que crucen fronteras con la empresa, la sede central seguirá siendo en la tierra del sol y del buen vino.
Frente a la consulta de qué puede hacer alguien que tenga artefactos electrónicos en desuso, aconseja que si los aparatos funcionan, contemplen la opción de regalarlo a quien sí pueda utilizarlo. “Siempre decimos que por ahí hay alguna persona de la familia interesada en usar ese equipo, porque por ahí es una computadora que no se banca un programa pesado, pero sirve para que un chico se conecte por Zoom a una clase, para buscar información, y hacerla llegar a quien la necesita, sea familiar o no, es la primera alternativa”, destaca. A su vez, si un presupuesto de reparación resulta viable, también lo recomienda, siempre evaluando para qué tareas podría servir y a quién le sería útil.
Y continúa: “Sino tienen esa opción, hay que llamar al municipio que corresponda, según donde viva la persona, para preguntar si tienen plan de residuos electrónicos, así les informan si hay algún puntos limpio cercano a donde llevarlo”. Si ninguna de esas dos posibilidades resulta, también ofrecen sus redes sociales como medio de contacto, en Instagram @reciclarg, y en Facebook “Reciclarg Recycling Technology”. “Nunca tirarlo, es preferible resguardarlo hasta que puedan darle una disposición final adecuada”, afirma.
Para concluir, recuerda el proverbio indio que durante más de una década los acompañó en su tarjeta de presentación: “La Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”. Esa frase marcó su conciencia ambiental, y desde que fue padre, aún más. “Somos pasajeros de este planeta, no somos los dueños, y es un error del ser humano el creer que posee algo, es un elemento prestado, que hoy tenemos, pero la responsabilidad es cada uno de nosotros”, concluye Farid.